Varanasi, la ciudad sagrada más antigua del mundo

Los planes para el viaje a la India comenzaron como los de una gran mayoría de los viajes, con dudas. Muchas dudas. Sin saber por dónde empezar.

Sabíamos si que viajaríamos a través del tiempo, por lo menos cientos de años atrás, y que nos internaríamos en una cultura diametralmente opuesta a la nuestra. Para salir de esa incertidumbre optamos por algo sensato; » consultar a los que saben». Pero había un problema: tratándose de un país situado en todo sentido en la otra punta del globo, esto no iba a ser tarea fácil. Luego de recibir todo tipo de informaciones acerca de nuestro destino, un amigo que había vivido más de un año en la India nos dijo del otro lado del teléfono: No dejen de ir a Varanasi, a la verdadera India. Le hicimos caso.

Entonces este viaje comienza, por fin,  en el seno mismo de la India, el segundo país más poblado del mundo y que descansa,  cuando los conflictos religiosos se lo permiten, recostada sobre el Océano Índico.

Antes es necesario saber algo. Hablar de Varanasi implica no detenerse en Bombay. Obliga a no distraerse ante su ritmo frenético ni permite asombrarse ante la majestuosidad de Las cuevas de la Elefanta. Induce a ignorar el fervor de los festejos a Ganesh, cuando por once días la ciudad toda se paraliza para rendir culto a uno de sus dioses más importantes. Ni siquiera la casa donde vivió uno de los hombres más transcendentes de la India y la humanidad, el Mahatma Gandhi, puede distraer nuestro objetivo. Varanasi, la ciudad santa más antigua de la historia del mundo.

En este primer viaje al menos, aunque cueste, no se puede parar ante la deslumbrante belleza del Taj Majal. Aquella historia de amor que dio origen a un palacio construido íntegramente en mármol, que nos habla de lujos y riquezas pero también delata a través de su historia, algunas de las peores miserias humanas. Se debe hacer este sacrificio si no se cuenta con mucho tiempo y se quiere uno aproximar a la India libre de las nocivas influencias de Occidente, a una ciudad donde el tiempo se detuvo y que al menos por ahora no reanudó su marcha.

Varanasi esta situada en el Estado de Uttar Pradesh, al noroeste de la India y puede ser abordada por tierra o por aire. Si el presupuesto lo permite se recomienda optar por la segunda opción. Las rutas están en muy mal estado, llenas de carretas tiradas por camellos, encantadores de serpientes y domadores de osos, entre otras curiosidades. Esto hace que sea habitual que un sencillo viaje de dos horas nunca deje saber cómo ni cuando será su final.

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Varanasi es para la India una ciudad medianamente poblada, porque sus dos millones de habitantes empalidecen ante las populosas Bombay, Nueva Delhi o Calculta. Pero como éstas posee una gran importancia para el país: por más de dos mil años ha sido un centro de enseñanza y estudio de la religión y pensamiento hindú. Para los hindúes morir al lado del río que baña sus aguas, el Ganges, es liberarse del ciclo de las reencarnaciones y alcanzar la salvación del alma. Es por ello que miles de ancianos vienen a esta ciudad a esperar la muerte. A que sus cuerpos sean cremados y sus cenizas esparcidad sobre el río. En esas mismas aguas donde los peregrinos se bañan, los campesinos asean a sus vacas y donde los niños se refrescan del sofocante calor. Ese mismo río donde miles de fieles descienden por las casi cien escalinatas o Ghats para celebrar los rituales de adoración, para bañar sus cuerpos ante una boda inminente y en el que muchas mujeres lavan incansablemente coloridas ropas y amplias sábanas. El Ganges, poluído río sobre el que descansa la conocidad Ciudad vieja, con sus característicos templos y edificios.

Una pregunta surge ante esta ciudad, la de cuándo fue fundada. Un poco antes que el mundo, responden sus derruidas construcciones y sus calles que zigzaguean como laberintos. Un dato sirva quizás para revelarnos su edad. Un poema escrito en sánscrito, que data de unos trescientos años antes de la era cristiana, ya mencionaba su nombre sagrado: Varanasi. Ciudad-templo, cuyo nombre deriva de dos ríos que en ella se encuentran: el Varana que baja de los imponenetes picos del Himalaya y el Ashi hacia el sur. Varanasi, ciudad donde la vida y la muerte, lo espiritual y lo material conviven y libra, día a día, su eterna batalla.

Algunas pequeñas consideraciones

La India es un lugar donde los opuestos se tocan. Lo primero que se destaca es como lo religioso permite que conviva una enorme paz con una miseria que hace padecer al pueblo grandes privaciones.

La brecha entre ricos y pobres es similar a un abismo donde millones de personas caen. La pobreza es algo maravilloso porque nos da libertad, son menos los obstáculos que nos separan de Dios, escribió alguna vez la Madre Teresa de calcuta.

La religión predominante es la hinduista, que cuenta con casi 800 millones de fieles dentro del país y cohabita con una minoría islámica, budista, jainista y cristiana.

Como en todo país tercermundista hay ciertas cosas que, a diferencia de Occidente, son verdaderos lujos, como el teléfono o la luz eléctrica. Hay tres estaciones climáticas: invierno, verano y monzón. Durante los monzones las lluvias causan graves inundaciones y es conveniente tratar de evitarlos.

Es  bueno aclarar que el tema de la seguridad física de cada uno debe basarse en el sentido común. Por supuesto que hay lugares por donde no conviene meterse pero también existen en Rosario o buenos Aires.

Ir a la India es viajar en el tiempo y acercarse a otra forma de ver el mundo, ni mejor ni peor, distinta. Y solo eso ya vale la pena.

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